Queridas familias:
“No todo es Viernes Santo. ¡Resucitó Cristo, mi esperanza! En medio de dolores y pruebas…optimismo, confianza y alegría (…) porque Cristo resucitó venciendo la muerte y está sentado a la diestra del Padre”. (P. Hurtado, 1939).
Con estas palabras, nuestro santo chileno, hace más de ochenta años, marcaba la misión de todo cristiano: no solo tener esperanza, sino SER ESPERANZA para otros.
Esa misión nace de la auténtica identidad cristiana, de sabernos hijos amados, elegidos; hijos de la voluntad y no de la casualidad, y cuya razón de vida descansa en la certeza de que seguimos a ALGUIEN y no a algo. Nuestra identidad y misión cristiana es, justamente, el ser seguidores de un Dios encarnado y que ya venció a la muerte. Entonces… si yo me reconozco como Su hijo elegido y Él ya trascendió con su resurrección, ¡cómo no ser portadores de esperanza para el mundo!
Por eso “no nos preocupamos inútilmente. El plan de mi vida ha sido trazado y previsto desde toda la eternidad por Dios; solo necesito decir ´sí´.” (P.K.) Qué alegría y serenidad debemos tener en nuestra certeza cristiana de sabernos cobijados por Dios. Alimentar la esperanza es, entonces, la clave del éxito cristiano; no dejarnos embotar. Alimentar la esperanza solo se puede hacer pleno en el Pan de Vida: en Él se esconde la fuerza capaz de vencer todo cansancio y desánimo. Esto no significa que no padeceremos; significa que Dios no nos deja solos. Para ello, el Señor nos ha regalado la vida de familia y nuestra gran familia: la Iglesia.
Hacer comunidad, ser esperanza para otros en nuestras diferentes comunidades, se vuelve, entonces, una terea inminente: “Allí donde un hombre le hace algo bueno a otro, allí está de manera especial la cercanía de Dios.” (papa Benedicto XVI). Ese es nuestro llamado hoy: ser conductores de esperanza para los demás, en el seno de nuestras familias, pues en ella llevamos la alegría de Cristo resucitado. La “Iglesia en salida”, a la que nos llama el papa Francisco, es un clamor fuerte en estos tiempos de incertidumbre, de desconfianza y de temor. ¡Y esa salida, que sea con la bandera de la esperanza!
Como comunidad de los colegios Monte Tabor y Nazaret, queremos atrevernos a marcar una diferencia en la forma de vivir este difícil tiempo que enfrentamos; una diferencia que es la propuesta del lema de este año: “Con Cristo seamos, testimonios de esperanza”.